Por: Ileana Almeida La pandemia del coronavirus se extiende entre toda la población y, como siempre, los indígenas son los más afectados porque soportan las peores condiciones de vida y salubridad. Las bases y los dirigentes de sus organizaciones han reiterado reclamos y peticiones pero el Gobierno no parece asumir la gravedad de la situación y no responde en la medida de la magnitud que adquiere esta tragedia entre los descendientes de los pueblos originarios. El curaca Dawa, de Arajuno, a nombre de su pueblo clama por un hospital. Las comunidades chachi se han aislado voluntariamente para prevenir el contagio. Los siona-secoya cuidan como pueden a sus ancianos. María Minda Aguinda, del pueblo cofán, declara que ya no tiene fuerza para seguir luchando. Los waorani denuncian la falta de atención humanitaria: Oswaldo Nemquino no sabe lo que sucede porque las noticias llegan muy tarde, Alicia Nemquiwi dice que un proveedor de la empresa Repsol, que trabaja en la provincia
Alejandro Moreano es considerado uno de los tres pensadores contemporáneos más importantes del Ecuador, junto con Agustín Cueva y Bolívar Echeverría. Su permanente devenir entre la literatura y la política tiene un trasfondo emotivo, sensible, que nos devuelve la mirada a sus años de niñez y adolescencia, a su juventud y a sus más profundos afectos. L a madre de Alejandro, doña Gertrudis Eugenia Mora, lojana afincada en Quito, guardaba un parentesco no frecuentado con los Carrión Mora, no así con Benjamín, con quien compartió muchas de las andanzas y tertulias que llevaron a transformar el Instituto Cultural Ecuatoriano –creado en 1943– en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, institución forjada como una matriz del arte y del pensamiento para levantar la autoestima de una nación desmembrada: “Si no podemos ser una potencia militar y económica, podemos ser, en cambio, una potencia cultural nutrida de nuestras más ricas tradiciones”,
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