Guerra de Biafra . El nacimiento de la ‘injerencia humanitaria'


A principios de los 70 las imágenes de niños de Biafra afectados por la hambruna dieron la vuelta al mundo. En España, el impacto fue tal que durante años se utilizó el dicho “pareces un niño de Biafra”, para referirse a personas de extrema delgadez. Pero en aquellos años, lo mismo que pasaba en Biafra sucedía también en otros países africanos, ¿por qué este conflicto tuvo tanta repercusión?

Hay varios motivos, pero el más importante es que la Guerra de Biafra fue el detonante para la aparición en la escena internacional de un nuevo concepto que se generalizaría a partir de entonces: la injerencia en la política interna de un país con fines humanitarios. Más concretamente, supuso además la implicación directa de las ONGs internacionales. Médecins sans frontières (MSF), una organización no gubernamental creada en Francia en 1971, se implicó en el conflicto con la idea de aportar algo nuevo a la cooperación: la no neutralidad. Frente a la Cruz Roja, una organización que desde hacía un siglo ayudaba a los heridos y víctimas de las guerras bajo una estricta neutralidad, Médicos del Mundo nacía con otra intención: además de encargarse de la Ayuda humanitaria, proclaman la necesidad de sensibilizar a los medios de comunicación, la sociedad y las instituciones políticas; y en muchos casos, esto supone tomar parte por los más desfavorecidos, porque la neutralidad puede, en ocasiones, implicar complicidad.

Bajo estas premisas, la Guerra de Biafra se convirtió en el foco de todas las miradas, ocupando portadas y aperturas del telediario. ¿Fue esto bueno o malo? Depende, como siempre. Souto Albes, en el Blog Historia General, escribe: “Biafra supuso la irrupción de un nuevo género periodístico, precursor miserable de los realitys de nuestros días. La hambruna fotografiada, filmada, televisada". Cierto, pero no deberíamos olvidar tampoco que fue la tabla de salvacion de miles de biafrenos.

Pero ¿en qué consistió exactamente la Guerra de Biafra?

El 30 de mayo de 1967, la región más oriental de Nigeria (antigua colonia inglesa) se declaraba independiente del resto del país con el nombre de República de Biafra. Nigeria había nacido de forma artificial, tras la decisión de Gran Bretaña de unir tres de sus posesiones en una; provocando una unión de iure sobre una preexistente separación de facto. Al hacer esto, la población se había estructurado por etnias, siendo una de ellas la de los ibos –mayoritariamente cristianos y predominantes en la zona oriental-, que más tarde se autoproclamaría independiente bajo el nombre de Biafra.

El último día del mes de mayo, el lugarteniente general Chukwemeka Odumegu Ojukwu daba a conocer la proclama independentista con estas palabras: “En virtud de la autoridad y conforme a los principios mencionados, proclamo aquí solemnemente que el territorio y la región conocidos como Nigeria del Este, así como su plataforma litoral y las aguas territoriales constituyen un estado independiente y soberano bajo el nombre de República de Biafra”.

Esta proclama condujo, de manera indefectible, al estallido de una guerra civil que duraría 30 meses y terminaría con la victoria de las tropas gubernamentales en 1970. Entre medias, tuvo lugar en Biafra una brutal crisis humanitaria que, según un informe publicado por UNICEF el 23 de enero de 1969, dejó un total de un millón y medio de víctimas, muchos de ellos mujeres y niños.

Así, aunque será la Guerra de Vietnam de la primera de la que se hable como “guerra televisada”, lo que ocurre en Biafra también tiene una gran repercusión a nivel internacional, especialmente en algunos países como Francia. En España, las imágenes de los niños que mueren de hambre en esta región golpean la conciencia de los telespectadores. Para muchos, la situación recuerda a lo que ellos mismos habían vivido apenas 30 años atrás; para otros, los más jóvenes, inmersos en el desarrollismo español, imágenes como estas son inconcebibles y se movilizan en su ayuda: para la mayoría, además, es la primera vez que ven, en sus cocinas y salones, a negros, a los que muchos consideran unos “pobres salvajes a los que hay que ayudar”.

Biafra, según explica Alexandre Sosnowsky en su libro Biafra: proximité de la mort, continuité de la vie, [una obra publicada en 1969, todavía durante la guerra y en la que el autor recopila escalofriantes fotografías sobre los niños y las mujeres de Biafra, y sobre sus muertos] es un territorio de unos 76.500 kilómetros cuadrados en el que en el momento de la secesión viven 13 millones y medio de personas (frente a los 55.700.000 que tiene Nigeria en 1962, es decir, casi una cuarta parte del país). Además, es el primer exportador mundial de aceite de palma y, una cuestión vital para su futuro: justo el año antes se han descubierto importantes pozos petrolíferos en su territorio.

Durante todo el primer año de la guerra, las fuerzas de la Federación nigeriana, con más poder, recursos y fuerza que los biafreños, fueron comiendo territorio a los independentistas y, para minar la moral del enemigo y obtener una victoria más rápida decidieron bloquear sus accesos por tierra y mar, con lo que los biafreños quedaron totalmente desprotegidos y, por supuesto, sin nada que comer. Además, Nigeria contaba con gran apoyo internacional: casi todos los países se solidarizaron con el Gobierno de Lagos y tan sólo cinco estados se declararon a favor de una Biafra independiente: Costa de Marfil, Gabón, Haití, Tanzania y Zambia.

El entonces presidente de Costa de Marfil fue el primer alto mandatario internacional en atreverse a alzar la voz en defensa del pueblo biafreño. El 9 de mayo de 1968, Félix Houphouët-Boigny recuerda en un discurso a los habitantes de la Nigeria oriental, de los que dice que “sobreviven gracias a un milagro de resistencia”, ya que es un pueblo “privado del mar y de los ríos” que, “desde hace 10 años no conoce ni el pescado ni la carne; sumidos en los bombardeos aéreos que no encuentran ningún obstáculo (…) para su exterminación sistemática, ya que son un pueblo sin defensa”. Houphouët-Boigny fue, por lo tanto, el primero que habla de “genocidio”. Pero a lo largo de 1968, terminarán siendo muchos los que se pongan del lado de los biafreños, sobre todo debido a la intervención, no directa, pero sí clave de Francia.

Intervención francesa

París intentaba mantener su hegemonía en el continente negro tras la descolonización y su implicación en el asunto fue haciéndose mayo, provocando el temor inglés a que El Elíseo París pudiera enviar tropas a Biafra. Estos temores, más o menos infundados, estában basados en un hecho real: el 12 de junio de 1968, el recién elegido presidente Charles De Gaulle reconoció oficialmente a Biafra. Un hecho de trascendental importancia que suponía un claro mazazo a Nigeria y equilibraba, de manera formal al menos, las fuerzas de los dos bandos.

En este punto, es interesante analizar el cambio de la política exterior de París, ya que durante todo el año anterior el Ejecutivo se había dedicado a ignorar en público el conflicto, y, mientras que por un lado vendía armas a Nigeria, por el otro permitía la instalación en la capital gala de los representantes de Biafra y su oficina semiclandestina, el Centro de Estudios Históricos de Biafra.

La crucial decisión se tomó en el Consejo de Ministros francés el 12 de junio de 1968, justo cuando todavía estában calientes los ánimos por el mayo francés. El anuncio era claro, y la decisión irrevocable: se instaura un embargo a los envíos de armas a las partes en conflicto y se crea un programa de ayuda humanitaria para Biafra.

Pero todavía no ha comenzado la bola de nieve sobre este conflicto; los medios de comunicación están todavía ocupados en analizar lo sucedido el mes anterior, en el famoso mayo del 68 en todo el mundo.

Según el libro La politique africaine du general De Gaulle (1958-1969), es, a partir de agosto cuando la situación de Biafra “se pone de actualidad, los medios de comunicación comienzan a hablar de los sufrimientos de la población de Biafra y en París surge incluso un grupo de católicos que funda la asociación Francia-Biafra, entre cuyos objetivos están presionar a los gobiernos francés y africano a poner fin a la guerra”.

Mientras tanto, a mediados del mes julio de este 1968 comienzan las discusiones preliminares para lograr la paz. De momento, no se obtiene ningún acuerdo de fondo, pero las partes se emplazan para comenzar las negociaciones de paz en Addis-Abeba (la capital de Etiopía) a principios del mes siguiente. Es en este contexto de preparativos para una conferencia que muchos consideran decisiva, cuando el Consejo de Ministros francés vuelve a la palestra con un nuevo comunicado. Se hace público el 31 de julio y el impacto y la repercusión es brutal.

El comunicado dice: “La sangre vertida y los sufrimientos que duran ya más de un año y que afectan al pueblo de Biafra, demuestran su voluntad de afirmarse como pueblo (...). El conflicto actual debe solucionarse sobre la base del derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos y conllevar la puesta en marcha de procedimientos apropiados”. Esta declaración supone un claro espaldarazo a las posiciones de Biafra y tiene un efecto inmediato, porque sitúa a los independentistas en una posición ventajosa para las negociaciones de Addis-Abbeba que comienzan tan sólo una semana después, el 5 de agosto.

El porqué de esta posición no está muy claro aún, aunque se han ofrecido diferentes respuestas, que van desde las que ven en la actuación de De Gaulle un puro acto de solidaridad con el pueblo de Biafra, hasta quienes buscan intereses geoestratégicos de la política francesa. Daniel Bach, antiguo coordinador del programa de estudios francófonos de la Universidad D´ Ife (Nigeria), menciona en el citado libro sobre la política africana de De Gaulle diversas razones que podrían haber llevado al presidente galo a decidir su postura: a) “El derecho de los pueblos a la autodeterminación”, b) “la oposición a las mayorías” [es decir, que no le gusta la existencia de Nigeria, un país muy grande y con importancia decisiva en África y al que no puede controlar], c) “el enfrentamiento Nigeria-Francia” [desde 1960 ambos países mantienen unas difíciles reacciones por la protesta oficial de Lagos ante las pruebas nucleares francesas realizadas en el Sáhara, que provocó una gran crisis diplomática], y d)las “consideraciones económicas”, es decir, que De Gaulle pensara que ayudando hoy a Biafra, mañana este país independiente podría favorecer a París con concesiones petrolíferas.

Sea como sea, y teniendo en cuenta que el por qué de la postura de De Gaulle no está nada clara, el caso es que el Gobierno francés insiste en todo momento en el carácter puramente humanitario de su toma de posición, dando lugar al nacimiento de un concepto que, desde entonces, se utilizará en decenas de ocasiones, el de injerencia humanitaria.

Mientras tanto, las negociaciones continúan su tortuoso camino que no es, desde luego, nada fácil. Así, el 8 de agosto de 1968, el diario ABC recoge las declaraciones del delegado federal de Nigeria en las que asegura que no consideran “aceptables las propuestas que no respeten la unidad e integridad territorial de Nigeria”, mientras que apunta que “el dirigente biafreño Ojukwu “abandonó a noche la capital [Addis-Abbeba], con lo que han disminuido las esperanzas de llegar a una paz”. “No obstante, la negociación continúa”, termina la crónica el periódico, dejando una puerta abierta a la esperanza.

Pero la realidad es que, como afirma el periodista J. L. Gómez Tello en una columna publicada el 13 de agosto en el diario Informaciones, “no se percibe ninguna solución al doble problema: el de una guerra que dura ya más de un año y el de un verdadero genocidio que amenaza conducir a la desaparición de un pueblo. El primero de los puntos del plan de paz propuesto por Nigeria reclama la reunificación de Biafra (…) Los biafreños lo rechazan absolutamente (…) La prolongación de esta tragedia obedece a la falta de confianza de ambas partes (…) En este drama, los africanos, con sus tortuosidades; la ONU, con su argumento de que es un problema interior y la URSS, Inglaterra y EEUU, con su ayuda a Lagos, tienen responsabilidad”.

Efectivamente, el drama no va a mejorar en el año siguiente. Las dos partes se muestran intransigentes en sus reivindicaciones y Francia, que ha estado ayudando –de manera más o menos clara a Biafra– comienza a darse cuenta de que su intervención sólo representa una prolongación inútil del conflicto. Además, si De Gaulle pretendía mejorar sus relaciones con los pueblos africanos defendiendo el “derecho a autodeterminación” de Biafra, la realidad es que este asunto se ha convertido en un factor de crecientes divisiones entre París y el continente negro. Así las cosas, en los primeros días de marzo de 1969, el lugarteniente Ojuwkwu es informado de la interrupción de la ayuda francesa –para obligarle a tomar una actitud más conciliadora–.

A finales de este mismo mes, las ofensivas federales lanzan nuevos ataques, cada vez más duros, que arrasan lo poco que quedaba de Biafra. Antes del final del año, en medio del absoluto hundimiento económico y militar, Ojukwu huye del país y el resto del territorio de la república es reincorporado a Nigeria.

Biafra quedó devastada; entre 800.000 y un millón de personas perdieron la vida y otros miles resultaron heridos. Las balas y las bombas habían causado muchas víctimas, pero la mayoría murieron de hambre y de sed ante la mirada atónica de Europa y el resto del mundo.

*Este texto es una revisión del publicado en la colección editada por El Mundo y titulado 'El franquismo Año a Año'.


tomado de>http://porfinenafrica.blogspot.com/2011/06/guerra-de-biafra-i-el-nacimiento-de-la.html

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